7.12 Más acerca del estado de visión
Veamos algunos ejemplos para comprender mejor el estado de visión. Esoteristas occidentales como Rudolf Steiner y Max Heindel han descrito que, en un lejano pasado, los seres humanos tenían una forma muy diferente de percibir el calor. Había una especie de órgano en forma de bolsa en la parte superior de la cabeza, el cual se corresponde con la fontanella, una suave membrana entre los huesos parietales que se encuentra en la parte superior de la cabeza de los niños pequeños. Si miramos muy hacia atrás en los archivos de la naturaleza, encontraremos que la Tierra estaba llena de volcanes y áreas con gases calientes y plasma. Los seres humanos tenían que poseer algún sentido de la dirección para evitar perecer asados vivos, y el órgano en forma de bolsa en la parte superior de sus cabezas cumplía dicha función: era el órgano primitivo del calor.
Qué ha sucedido en términos evolutivos? La parte bolsiforme se reintegró en la cabeza y, lentamente, se convirtió en la actual glándula pineal. Nuestro sentido del calor dejó de estar localizado en un órgano concreto, para distribuirse por todo el cuerpo. Así podemos observar cómo se desarrolla una función sensorial durante un período muy prolongado de tiempo. Inicialmente depende de un órgano y está restringida al mismo, para después irse lentamente esparciendo por todo el cuerpo. Ahora no sentimos calor mediante ningún órgano en particular, sino por todo el cuerpo.
Steiner predijo que nuestros actuales sentidos seguirán un proceso evolutivo similar y, por tanto, que los seres humanos llegarán a oler, ver, oír, saborear... con todo su cuerpo y no solo mediante un órgano concreto. Es como si el órgano estuviera para enseñarnos una lección acerca de un sentido en particular y, cuando se ha aprendido la lección, dejamos de precisar dicho órgano.
Como el sentido del calor es mucho más antiguo y, por tanto, está más integrado en nuestro ser, nos resulta más fácil reconocer qué es el calor, independientemente de cualquier objeto. Podemos sujetar la pura cualidad del calor, concepto que desarrollaremos como analogía para comprender más acerca del estado de visión.
Al comienzo puede resultar difícil tener un sentido del estado de visión queriendo con ello decir el hecho de ver, independientemente de cualquier imagen en particular. Entendemos que es ver un árbol, una luz, o incluso un aura... pero el claro estado de visión puede que no sea tan obvio..
En términos generales, la sensacion de calidez es al calor lo que el estado de visión es a las imágenes percibidas. No hemos de referirnos a conceptos como "caliente como un fuego", "caliente como el Sol" o "caliente como un horno" y tratar de entender lo que es común a los mismos (no es preciso referirnos a conceptos ... para tratar de entender lo que puedan tener en comun). Nos basta con ir a la esencia y reconocer la calidez, independientemente de cualquier fuente de calor. Hay que desarrollar una cualidad similar con la visión para poder discernir el estado de visión.
Dicho de otra forma, para que la percepción tenga lugar se precisan tres elementos: 1) una persona que perciba, 2) un objeto percibido y 3) el proceso de percepción. Esto se aplica a cualquier percepción física, como oír u oler, y no solo a ver auras.
Actualmente, en la vida cotidiana de los seres humanos se ha perdido el primer y el tercer elemento de la percepción, esto es, la conciencia de quien percibe y la del proceso de percepción. Por ejemplo, cuando se ve un árbol hay un reconocimiento mental del árbol; pero no hay conciencia de quién ve el árbol, ni del proceso mediante el cual es percibido el árbol. Tiene lugar una asimilación con el objeto de la percepción. Hacerse consciente el estado de visión significa hacerse consciente de: 3), es decir, del proceso de percepción.
El propósito real de nuestro trabajo es encontrar al Ser Superior, no estamos empleando las técnicas con el único fín de alcanzar la percepción. Estamos utilizando la percepción para alcanzar al Ser Superior.
Si se tienen dos naranjas y una cereza en un cesto, la cereza puede ser fácilmente ocultada por las naranjas; pero si se extraen las dos naranjas del cesto, la cereza se hará evidente. La primera naranja es el objeto de la percepción, la segunda es el proceso de percepción, y la cereza es la conciencia del Ser Superior de quien percibe. Cuando se separa estado de visión del objeto de la percepción, se consigue un estado de discernimiento que podemos comparar al hecho de quitar las dos naranjas del cesto. Por dicho motivo, pueden llegarnos enormes destellos de despertar interior cuando nos hagamos conscientes del estado de visión - súbitas explosiones internas, en las cuales se revela el Ser Superior.
A medida que se practique el triple proceso de visión, se desarrollará gradualmente el estado de visión. Al principio parecerá débil; pero, a medida que se ejercite, se convertirá en una cualidad cada vez más tangible, haciéndose tan clara y obvia como la percepción del calor. También se puede comparar el estado de visión con un músculo que no se haya movido en mucho tiempo. Al principio, es probable que reactivar dicho músculo sea un proceso lento: apenas se sentirá, ni siquiera se notarán sus contracciones, y dichas contracciones serán flojas. Cuando se haya hecho el trabajo, activar el estado de visión llega a ser un proceso tan claro y tangible como contraer el bíceps. Esta parte del proceso de alquimia interior es afín a la cultura física - pero en vez de ser una construccion física es la construcción de los cuerpos sutiles.
Ahora bien, existe una paradoja: qué hay que hacer cuando se quiere llegar a ser consciente del estado de visión? Hemos de asegurarnos que no estemos mirando nada en particular y que el contenido de la imagen no nos importa. En otras palabras, tenemos que sacar fuera del cesto una de las dos naranjas. Al eliminar el objeto de la percepción, la segunda naranja, la primera del estado de visión, (el proceso de percepción) se hará evidente.
Una vez el estado de visión haya evolucionado, operaremos de modo diferente. Sintonizaremos en un objeto o persona, "conectaremos" el estado de vision y, automáticamente, "veremos". No importa en absoluto si el objeto de la percepción está enfrente o al otro lado del planeta, o incluso al otro lado de la galaxia, pues lo veremos. Y con frecuencia ocurre algo extraordinario: puede muy bien decidirse cerrar los ojos, para así ver mejor algo que está enfrente.
Entonces surge la siguiente cuestión: cómo es posible carecer completamente de interés por el objeto si se emplea el estado de visión como un medio para ver dicho objeto? La clave de esta paradoja es que, una vez se haya alcanzado dicho nivel, ya no se mirará nunca más al objeto con la mente. La mente se ha callado y se está viendo desde un plano mucho más profundo y verdadero de uno mismo. Un requisito previo para la percepción más elevada yace en el silencio del plano de la conciencia mental ordinaria.
Por dicho motivo, se recomienda que al principio no se mire al objeto, que no nos interesemos demasiado por el mismo. De otro modo la mente se activará, puesto que hemos sido condicionados durante muchísimo tiempo a operar únicamente desde la mente. Tan pronto como nos interesamos por algo, la mente inmediatamente intenta sujetarlo. Por lo tanto, es preferible no pensar para nada en el objeto, con el fín de permitir que se desarrolle el proceso de visión.
Con frecuencia, al principio ocurrirá una experiencia interesante. Se comenzará a ver un aura, un rostro diferente o un ser espiritual. Entonces, de repente, nos daremos cuenta de que estamos viendo algo... e instantáneamente perderemos la percepción. Por qué? Pues debido a que la mente ha reaccionado. De momento nos hemos interesado, o asustado, o lo que sea, y ha tenido lugar una sujeción de la mente, estamos mirando de nuevo desde la mente. Es por tanto bastante lógico que se pierda la percepción, pues la conciencia mental ordinaria es completamente ciega por naturaleza. Cuando se arranque el proceso de percepción, éste continuará durante tanto tiempo como pueda estarse sin reaccionar, y parará a la primera sujeción de la mente.
La percepción siempre tiene el límite
de la propia capacidad de no reaccionar.